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Paisaje con compensación de carbono, 2022

Michael Zancan

por

Era muy pequeño cuando me quedé atónito ante una máquina en una tienda: una máquina de escribir con pantalla LCD de segmentos. Era la prueba tangible de un futuro soñado, entonces llamado "el año 2000", que nos traería coches voladores y útiles robots humanoides. Crecí y organicé mi vida profesional y creativa, habitado por esta fascinación infantil por las maravillas de la tecnología.
Hay que madurar lo suficiente para comprender que aferrarse a estas promesas de un futuro benévolo y lúdico te convierte en un consumidor devoto. Más tarde rompí con esta utopía de abundancia, facilidad y confort tecnológico, no sin dificultad. Convertido en crítico de mis propios deseos, ahora vivo con este tormento: nuestra energía para construir conlleva nuestra propia perdición. Hay gurús a quienes nos encanta reverenciar, creadores de joyas, placeres y riquezas, que cantan la promesa de nuestra felicidad individual en el progreso tecnológico. Estos inventan soluciones que avivan el problema mismo. "Siempre controla la velocidad", dijo el instructor de manejo; hoy nadie sabe frenar. Todo lo que creo hoy está habitado por esta duda y esta culpa, al darme cuenta de que mi inocente placer creativo depende de lo que impulsa nuestra carrera hacia el desastre.

Sin embargo, la energía es el motor del hombre. El arte posee este tipo de energía, carismática y unificadora. Si bien creo poco en la tecnología para salvar a la humanidad, albergo la esperanza en la humanidad, en su conciencia, en la universalidad de su amor. Si solo hay un poder otorgado a los artistas, es el de poder tocar, a veces, el corazón de los hombres, y en este sentido, tengo el deber de seguir intentándolo.

"Paisaje con compensación de carbono" es una crítica honesta de mi propia conciencia como artista que trabaja con la tecnología. El lienzo donde se expresa el deseo de explorar nuevas formas de arte siempre permanecerá manchado por los hidrocarburos en cuya quema participé; las soluciones tecnológicas en las que depositamos nuestra fe son apenas más que formas de lavar nuestra culpa. Por estas razones, en los tiempos difíciles, más que nunca, necesitamos belleza en nuestras vidas.

Era muy pequeño cuando me quedé atónito ante una máquina en una tienda: una máquina de escribir con pantalla LCD de segmentos. Era la prueba tangible de un futuro soñado, entonces llamado "el año 2000", que nos traería coches voladores y útiles robots humanoides. Crecí y organicé mi vida profesional y creativa, habitado por esta fascinación infantil por las maravillas de la tecnología.
Hay que madurar lo suficiente para comprender que aferrarse a estas promesas de un futuro benévolo y lúdico te convierte en un consumidor devoto. Más tarde rompí con esta utopía de abundancia, facilidad y confort tecnológico, no sin dificultad. Convertido en crítico de mis propios deseos, ahora vivo con este tormento: nuestra energía para construir conlleva nuestra propia perdición. Hay gurús a quienes nos encanta reverenciar, creadores de joyas, placeres y riquezas, que cantan la promesa de nuestra felicidad individual en el progreso tecnológico. Estos inventan soluciones que avivan el problema mismo. "Siempre controla la velocidad", dijo el instructor de manejo; hoy nadie sabe frenar. Todo lo que creo hoy está habitado por esta duda y esta culpa, al darme cuenta de que mi inocente placer creativo depende de lo que impulsa nuestra carrera hacia el desastre.

Sin embargo, la energía es el motor del hombre. El arte posee este tipo de energía, carismática y unificadora. Si bien creo poco en la tecnología para salvar a la humanidad, albergo la esperanza en la humanidad, en su conciencia, en la universalidad de su amor. Si solo hay un poder otorgado a los artistas, es el de poder tocar, a veces, el corazón de los hombres, y en este sentido, tengo el deber de seguir intentándolo.

"Paisaje con compensación de carbono" es una crítica honesta de mi propia conciencia como artista que trabaja con la tecnología. El lienzo donde se expresa el deseo de explorar nuevas formas de arte siempre permanecerá manchado por los hidrocarburos en cuya quema participé; las soluciones tecnológicas en las que depositamos nuestra fe son apenas más que formas de lavar nuestra culpa. Por estas razones, en los tiempos difíciles, más que nunca, necesitamos belleza en nuestras vidas.

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